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Dejas tras de tí un grupo compungido de ancianos, pero el mundo es muy grande, o eso supones, y tienes ganas de vivir nuevas experiencias, conocer nuevos parajes y si por el camino eres atracado por un grupo de rumanos, pues ya tendrás una anecdota que contar a los nietos.

Si hay algo que caracteriza el mundo de Oniria, es su heterogeneo paisaje. Afiladas montañas, se alternan con majestuosos glaciares por cuyas paredes fluyen rios que van a parar a profundos lagos rodeados de una hierba tan verde como el maletero de la furgoneta de los Led Zeppelin.

Caminas por un sendero que bordea uno de esos lagos. Parece llevar a una espigada torre que parece intuirse entre jirones de niebla.

El aire comienza a viciarse a medida que te acercas. Percibes un ligero olor a azufre que se hace mas "profundo" al pie de la torre. Una puerta de hierro, cerrada, franquea el paso a su interior. Das un par de golpes, pero no parece responder nadie.

- Bueno, hay otros sitios que ver - piensas mientras te dispones a continuar.

Pero de inmediato, la voz más bella que hayas escuchado jamás (y eso que pusiste microfonos en los baños de las chicas de tu instituto) te suplica que te detengas.

-¡Bienaventurado salvador! - grita desde un balcón situado en la cara opuesta de la torre - ayudadme os lo suplico, pues un malvado dragón, con malas artes y horror, en esta prisión me encerró e indefensa yo me encuentro.

- Dadme la llave y enseguida entro - replicas con el corazón latiendo a toda prisa en tu pecho, pues si entre todas las mujeres de la tierra se hiciera una competición para ver cual de entre ellas es capaz de hacer palidecer el sol, tal concurso no podria celebrarse pues con su sonrisa perlada, su mirada sensual y sus cabellos de oro arrebatarian los necesarios rayos del astro rey, dejando el mundo a oscuras y concentrando en ella, toda la luz y la atención de dioses y hombres. Estaba muy buena.

Compungida y cabizbaja, no puede responder a la oferta.

- No dispongo de la llave de la puerta. Pues el dragón la tragó, como a todo aquel que osa reclamar mi corazón.

Una solución piensas cuando a tus pies el suelo tiembla. Caes de cúbito supino mientras un rugido diabólico deja tu alma en vilo.

Un poderoso dragón aterriza a poca distancia. Se pavonea hacia ti, con bastante elegancia. De arriba a abajo te mira y suelta una carcajada.

- A esa cabeza tuya, le daba una buena rapada - rie entre dientes, soltando pequeñas nubecillas de humo gris, en clara alusión a tu peinado a lo Ringo Starr.

Miras a tu alrededor, en busca de un buen arma, más nada tiene a mano, sólo un bote de Almax. Ineficaz se torna el medicamento, cuando con gran aspaviento, lo lanzas hacia el dragón, pues este de un llamarazo, de un plumazo le dice adiós.

Nada más tienes, nada más te queda, sólo una pequeña gallina y de la que no ponen huevos. La gallina es ventilada, por el malvado dragón.

- Al menos hambre no tendrá ya - piensas para tu interior.

Recuerdas tus tiempos mozos, de alegria y alborozo y como de los problemas, te librabas con cautela y un poquito de sarcasmo, de ese que hace una pizca de daño. Mientras en el balcón, con el corazón en un puño, la princesa espera ansiosa, que no te convierta en truño, su poderoso captor.

- Uf, ¿no tienes ambientador por aqui? - preguntas sin miramientos mientras llevas la mano diestra hacia el centro de tu testa, para tapar tu nariz - Que mal huele. ¿Quieres un mentos?

- ¿Lo dices por algo? - responde el dragón

- Oh por nada, ya ves, ¿a quien le importa un aliento que hace agradable al estiercol y vomitar a un ciempies?

- El tuyo seria igual si por la boca expulsaras chorros de fuego a granel.

- Claro, claro - admites - ¿Y tu novia lo permite?

- ¿Novia? - vuelve a preguntar desconcertado pues temas ya largo olvidados vienes a remover: las reprimendas de su madre, a la que hace tiempo que no ve.

- Si hombre, alguien como tú, con ese aliento, ese sobrepeso explícito, ese color verde vómito...

El fantástico animal un instante te contempla, sus ojos vidriosos te miran, parece que vaya a llorar, pero en lugar de eso, retrocede y echa a volar.

La princesa desde el balcón contempla tu gesta, por un misterioso hechizo, la puerta ya está abierta. La bella dama desciende a recompensar a su salvador, con un beso, mucho amor y un poquito de ambientador.

- Mi nombre es Kalma, caballero, y por ser mi salvador os regalo este colgante, por favor acéptelo.

- Mas angelical señora, yo caballero no soy, solo un pobre caminante, ni siquiera se donde estoy. Aurelio cienfuentes me llamo y la labia es mi reclamo cuando a cazar yo voy. Ese apestoso dragón lo comprobo bien hoy.

- ¿Podriamos dejar de hablar de esta forma? ¡Es que parezco una tonta!

- Por supuesto - accedes - bien, creo que me ire ya. Pronto anochecerá y me gustaria encontrar algún pueblo con una taberna que tenga un asiento reservado a mi nombre y una cortesana esperando mi llegada.

- Por favor Aurelio, quédate, no tengo familia ni nadie conocido aqui. El dragón me arrebató del lejano reino de Robotolandia, tengo que preparar el viaje, pero me llevará unas semanas. ¿Podrias quedarte hasta entonces?

Cruza sus manos, en posición de súplica y ladea la cabeza a un lado, como esos gatitos tan monos que llevan algunos horteras en sus coches.




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