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Siempre quisiste ser un ranger paracaidista, por eso, cuando el reclutador extiende ante ti el formulario de ingreso en las fuerzas especiales, no lo dudas un segundo, y estampas tu firma en el documento.

Al día siguiente te presentas en Fort Waderfield. El lugar de entrenamiento de la elite castrense. Te alineas junto a los novatos, mientras el teniente Buitraguez pasa revista.

- Sois el atajo de gente más buena que me he encontrado jamás. Es increíble como cada generación viene mejor preparada. Bienvenidos a la fuerza Esperanza. Cuando los soldados permanecen en sus casas, jugando a las comiditas con sus muñecas, salimos nosotros. Cuando los delta force se esconden bajo las sabanas, porque el hombre del saco se ha escondido bajo sus camas, salimos nosotros. Cuando el mismísimo Dios gana una de 14 y lo celebra lanzando rayos por el culo, salimos nosotros.

- Señor - le interrumpe un recluta - Eso es ofensivo.

El teniente recapacita.

- Tienes razón novato. Dios no tiene culo. Pero la idea está clara. Sois rangers aerotransportados. Enhorabuena. Bien, ¿alguna pregunta?

Levantas el brazo con precaución.

- ¿No tenemos que pasar por un año de entrenamiento repleto de humillaciones a manos de un sargento despótico y sádico?

- Hijo, has visto muchas películas. Dirigios a aquel edificio de allí.- Señala a un bloque de pisos de cuatro plantas. - En la segunda planta está la sala de briefing. Antes de que termine el día tendréis que hacer frente a vuestra primera misión.

No es otra que capturar a un famoso narcotraficante del país vecino, llamado Raimundo Mendoza. Saltareis en paracaídas cerca de su residencia, en la cual tendréis que infiltraros, acabando con cualquier amenaza que os salga al paso.

Dos horas después, te encuentras junto con el resto de tus compañeros, en el interior de un avión de transporte, que surca los cielos camino del objetivo.

Una luz roja inunda el compartimento.

- Hora de saltar - grita el teniente.

Os colocáis en fila. Uno detrás de otro van saltando. El que va delante tuya grita "Banzai"

- ¿Banzai? ¿Eso no es lo que gritaban los kamikazes japoneses? - preguntas nervioso al teniente.

- No ha dicho Banzai, ha dicho "Bandai". Ya sabes, los de los Tamagotchi...

Aún así el miedo se ha instalado en tu corazón. Tal vez necesites un empujón para saltar.

- ¿Qué prefieres: empujar o que te empujen? - vocifera el teniente por encima del ruido de los motores.



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