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- Acepto, pero no se montar a caballo -avisas.

- No importa, tampoco John Wayne y practicamente dormía encima de uno. El secreto esta en el pegamento. De todas formas, aquí no tenemos de eso.

Con un sonoro Hurra, partís hacia el campamento secreto donde se hayan tus tropas. La luz del alba anuncia vuestra llegada a los centinelas apostados sobre los arboles.

- Cogito - dice uno de ellos.

- Pero solo un poquito - responde Heraclito.

El soldado os deja continuar hacia una explanada, sembrada por centenares de tiendas dispuestas en formación. Calculas que estarán bajo tu mando alrededor de dos mil hombres. Dos mil filosofos, te corriges.

- Oye Heráclito, ¿qué tal andáis de forma física por aquí?

- Compruebalo tu mismo. Corneta, toca diana.

En un abrir y cerrar de ojos el mar de tiendas bulle con una actividad frenética. Los soldados forman en linea delante de sus tiendas. Te acercas a la que tienes mas cerca, la del pelotón Baker. Seis soldados se empujan unos a otros, intentando echarse de la fila.

- A ver, como os llamáis vosotros. - les preguntas con toda la rudeza que puedes sacar de tu interior.

- Soldado Socrates, señor

- Sargento Rousseau, señor.

- Soldado Descartes, señor.

- Cabo Democrito, señor.

- Soldado Aristofanes, señor.

- Soldado Avicena, señor.

Los miras detenidamente. Te paseas delante de ellos, de un lado a otro, intentando evaluar sus aptitudes, que con mucha suerte, serán menos que escasas.

- Muy bien, Maicena, Aristogato, moquito, Te partes, Rosita, Soplapollas, sois patéticos.

- Un momento - te interrumpe Socrates - eso no se parece en lo mas mínimo a mi nombre.

- Muy bien. Te parece mal tu nombre ¿verdad? Veinte vueltas al campo por cortesía de soplapollas.

Mientras el pelotón Baker obedece tu orden, pasas revista al resto de tus soldados. Con un toque de corneta, ordenas que formen en el valle. Son viejos, calvos, algunos tienen barriga cervecera, pero todos saben manejar el arma mas peligrosa del mundo: el cerebro.

Subes a una pequeña colina desde la cual todos puedan verte. Heraclito a tu lado, anuncia tu presencia a los presentes.

- Hermanos, debéis saber que un hombre enfrentó la tiranía de aquella que nos expulso de nuestros hogares, hizo trizas nuestros axiomas y quemo nuestros libros. Un hombre que miro a los ojos de la depravacion, a la bestia de la ignorancia por cuya boca chorrea la ignominia y le dijo ¿pero que coño...? Un hombre con una

Y ese hombre es...

Se detiene un instante. Acaba de caer en la cuenta.

- Por cierto, como te llamas? - te pregunta.

- Aurelio.

- Ese hombre es nuestro caudillo: ¡¡Aurelio!!

- ¡¡¡Au!!! - ruge el campamento.

Los filósofos alzan sus puños con furia, los más viejos enarbolan bastones tallados de los mas recios arboles del reino: autenticas armas letales.

Tras aclararte la garganta, tomas la palabra.

- Soldados!.... y ahora: a entrenar. Veinte vueltas al campo de Marte!.

A regañadientes, comienzan a correr agrupados por unidades. Te sientas a contemplar el espectáculo marcial, adornado con cánticos promovidos por los oficiales.

- La realidad no es objetiva es algo muy personal, se lo explique a Sofia y no se entero de ná- canta Hume.

Tomás de Aquino lo escucha enfurecido. Esos presuntuosos de la compañía Ataxia siempre quieren destacar por encima de todos.

- A ver, soldado Anaxagoras, cante algo.

- Pero señor, cualquier letra que cante, ya lleva escrita desde...

- Que cantes coño o te encierro en la fresquera hasta que Diogenes se lave el culo!!!

La amenaza surte efecto y tras mucho dudar, se le ocurre algo.

- Difícil es enseñar filosofía con los pechos gigantes de la noruega Sofia

- Es usted la vergüenza de los presocraticos- ruge Tomás de Aquino. - pero

Te retiras a la tienda que Heraclito ha preparado especialmente para ti. Está repleta de mapas y libros. Heraclito te espera erguido con porte orgulloso junto a la mesa de operaciones.

- Oye Heraclito, es necesario que estes siempre a mi lado?

- Comandante Aurelio, me place el orgullo de informarle, que seré su asistente de campo durante la campaña.

- Qué suerte... - Tratas de que el sarcasmo no se note - bueno, pero ahora quiero descansar un poco, meditar sobre la guerra un poco.

El filósofo se retira. Te tiendes sobre un diván, abrumado por la responsabilidad. Tendrías que haber pensado mejor el querer emular a Rommel...

Mientras tanto, en el borde sur del campamento, un hombre con evidentes signos de fatiga se acerca a uno de los centinelas.

- Alto - le dice este - La verdad es belleza.

- Entonces tu mujer es mas falsa que una moneda de madera - responde el misterioso visitante.

El centinela se aparta y el hombre corre veloz hacia las tiendas.

Minutos después, entra junto a Heráclito en tu tienda. Ni te molestas en levantarte, seguro que es otro chiflado

- Cuéntale lo que me has contado a mi - le apremia Heráclito.

- Señor, la Reina Tiagorda conoce nuestros planes y lo que es peor, conoce la ubicación de nuestro campamento. Nos atacará al amanecer.

- Bueno, eso nos da toda la noche para pensar un plan...

Te acercas a la mesa de operaciones. La cubre un inmenso mapa de los alrededores.





. Si decides atacar la fortaleza para tener la sorpresa a tu favor, dirige a tus hombres al post 10.

. Si esperas a que te ataque ella, atrinchera el post 11.