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Aún queda mucho para el amanecer. De hecho aún tiene que hacerse de noche, así que te conducen hacia la más profunda, más oscura, más húmeda y peor decorada mazmorra de todo el castillo.

En sus paredes puedes ver retratos de otros presos célebres que antes ocuparon tu celda: el hombre de la mascara de hierro, el Conde de Montecristo, Sammy Davis Jr...

Te sientas sobre el extrañamente mullido colchón, mientras los que pueden ser los últimos rayos de sol que veas en tu vida, se desvanecen en el tiempo, siendo sustituidos por el brillo frío de las estrellas.

" Espoleado" por el cadencioso sonido del agua goteando te quedas dormido.

No sabes cuanto tiempo has dormido, cuando un chirrido te despierta. Alguien está abriendo la puerta. ¿Habrá llegado ya tu fin?

Agarras una rata que pasaba por allí y la esgrimes con fiereza. Venderás caro tu pellejo. Pero no es un soldado el que aparece, sino un viejo calvo que esconde su escuálido cuerpo bajo una túnica nívea.

- No hay tiempo que perder. Si quieres vivir, sígueme- te dice mientras vigila el corredor por si vienen guardias.

- ¿Quién eres tú?

- ¿Qué parte de "no hay tiempo que perder" no has entendido? No hay tiempo para eso, ven por aquí.

Levanta una losa del suelo dejando al descubierto un agujero que lleva a las cloacas de la fortaleza. Te introduces en él. Al menos no es época de lluvias y están poco utilizadas, pero el olor sigue siendo nauseabundo. Tu misterioso salvador te lleva por oscuros túneles, hasta que al final, salís al exterior a varios metros del foso.

Corres tras el viejo hacia una cueva en las montañas. En la entrada, improvisa una antorcha. Intentas averiguar de nuevo quien es, pero sin éxito. Os introducís en un laberinto excavado en la roca. A veces el viejo se detiene ante una bifurcacion y toca una pared, tras lo cual, te coje de la mano y se introduce en una de las galerias.

Tras lo que parece una eternidad, vuelves a ver de nuevo el cielo. No muy lejos de la entrada, se extiende un robledal. Os adentráis en él, hasta llegar a un claro bañado por la luna, donde se dan cita varios hombres, rebujados en sus túnicas.

- Cogito - dice uno de ellos.

- Ergo Sum - responde tu liberador.

Los hombres se acercan a ti. El resplandor de la antorcha ilumina sus rostros. Son todos unos ancianos. El cabecilla se abraza a tu acompañante.

- Sabía que lo lograrías, Heráclito.

- ¿El jugador brasileño? - preguntas emocionado.

- No, no. Soy Heráclito, el filósofo, y estos mis compañeros de estudio - te dice señalando al grupo, que ahora sonríe.

- Gracias por salvarme, pero si me disculpas, tengo que volver a algún otro sitio.

Das media vuelta y sin mirar atrás comienzas a andar. Heráclito corre en tu busca y te agarra de la camisa.

- Un momento, por favor. Escúchanos antes. - suplica- Te hemos liberado por una razón. Nosotros los filósofos hemos sido desterrados del reino por esa estúpida de Tiagorda.

- Sus razones tendría ¿no?

- Dice que la verdad es absoluta y se resume a lo que diga ella. ¿Te lo puedes creer? ¿Qué sería un mundo sin dudas?

- ¿Disneylandia?

- Debemos salvar el reino de la tiranía del pensamiento único. Hemos formado un numeroso ejercito para hacerle frente, pero nos falta un líder carismático. Nosotros somos demasiado indecisos. Nos llevó cuatro años y sobornar a Schopenhauer, el tomar la decisión de hacer la guerra.

En el fondo de tu interior te preguntas que relación puedes tener tu con un líder carismático. La pregunta es tan ligera, que sale a la superficie.

- Eres el único que ha hecho frente a la Reina. Nadie hasta ahora se había negado a ninguna de sus proposiciones. Por favor, ¿aceptas ser nuestro caudillo?

Heráclito pone cara de cordero degollado. No te gusta esa cara porque siempre terminas accediendo a todo, pero una guerra es algo demasiado serio...



. Si aceptas, cuélgate los galones de general en el post 8.

. Si la única guerra en la que quieres participar es la guerra de los sexos que celebra el pub Fly todos los jueves, deja en la estacada a esos pobres ancianos en el post 9.