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Caminar hasta la fortaleza conllevaría un gasto excesivo de las preciadas energías de unos soldados que lo más que han hecho de ejercicio, es acostarse con sus alumnos alguna que otra noche. Además, cerca del campamento se extiende una llanura en la que tus legiones podrán maniobrar sin problemas. La batalla se decidirá allí, en el llano sin nombre porque nunca pasó nada. Tras el combate, esperas que pase a denominarse "El llano de la gloria de Aurelio".

Amanece. Tus soldados forman en un extremo. Pasas revista a la tropa a caballo.

- Pronto se delinearán en el horizonte las temibles figuras de los soldados enemigos. - gritas con todas tus fuerzas para arengar a tus soldados - Pronto se pondrá a prueba la fortaleza de la democracia. ¡Pronto, tendrá lugar la eterna lucha entre el bien y el mal, entre lo relativo y lo absoluto, entre la Coca y la Pepsi!

Notas a los hombres excitados, no en el sentido en que suelen estarlo, sino cercanos a un estado de euforia por la batalla, necesario para salir victorioso.

El canto grave de un cuerno anuncia la llegada del ejército de Tiagorda. Avanza con disciplina marcial. Todos van al paso, todos miran al frente. Sientes envidia. Entre tus filas no hay uno sólo que no esté tocándose los...

Un emisario se adelanta. Como líder de la resistencia, caminas hacia el centro del campo de batalla a parlamentar con él. Propone atenerse a una vieja costumbre de la época de Conan el Bárbaro. Los mejores luchadores de ambos bandos se enfrentaran en un combate mortal que dirimirá el resultado de la contienda, de esa forma, el derramamiento de sangre se evitará y el ganador será recordado por su pueblo como "el protector de nuestros hijos" en lugar de "Ese bastardo gilipollas".

Aceptas, por supuesto. Consultas con Heráclito por el soldado más fuerte de tu ejército. Tras mucho cavilar, encuentra una solución.

- Como has visto, no es que seamos muy atléticos. Si saliera uno de nosotros sería aplastado sin problemas. Sin embargo...

Echa un vistazo por encima de su hombro, hacia dos barbudos con gesto adusto y pelo descuidado.

- Sin embargo - continúa - creo que tengo la solución. ¿Ves a esos barbudos de allí? Son Marx y Engels, los rojoscuros. Son gemelos, así que podemos sacarlos sin que se quejen mucho.

- Me parece un buen plan. Pero, ¿qué tal andan de mala leche?

- Allí donde lo ves, Marx ha matado a centenares de personas...

- ¡Estupendo!

- ... de aburrimiento.

- Oh.

- Y hay quien dice que es responsable del genocidio de decenas de millones...

- ¡Genial!

- Con sus enseñanzas...

- Oh...

En cualquier caso es lo mejor que tienes. Diógenes se ofrece a salir, pero para hacer una guarrada. Misteriosamente, el emisario no pone ninguna pega. En el centro del valle, se forma un corrillo de soldados de ambos bandos, vociferando y haciendo apuestas por el resultado del envite.

- ¿A quién elegirán ellos, Heráclito? - preguntas.

- A Ajax, señor.

- ¿Ajax? ¿El héroe troyano?

- No, la técnica de programación. Es tan poderoso que hasta Google lo utiliza.

- ¡Con razón no se han opuesto a nuestra treta!

Los contendientes saltan al corrillo. A un lado, los dos intelectuales germanos, al otro, Ajax, un gigantón de dos metros por dos, que apoya el tronco deshojado de un ciprés sobre su hombro.

Haces sonar un silbato y el combate comienza. Los luchadores se estudian meticulosamente antes de descargar algún golpe. De pronto, Marx se saca de la chaqueta un ejemplar del Manifiesto Comunista, y lo lanza contra la cabeza de Ajax.

- ¡El Manifiesto Comunista no lo tires! - aulla Engels.

Marx se vuelve hacia él.

-¿Insinúas que no tiene la fuerza suficiente para conmover a la masa proletaria?

- No, es que son cuatro folios. Toma, El Capital es más efectivo.

Engels le da un ejemplar, que pronto surca el aire en busca del pecho de Ajax, que se hunde bajo el peso de la convulsa obra del siglo XIX. La pelea ha terminado. El Capital termina con cualquiera.

Tus hombres jalean a los ganadores y lanzan vivas por la victoria, pero el ejército de Tiagorda no conoce qué es la deportividad, así que cogen sus armas y se lanzan al combate, rompiendo el trato establecido con anterioridad.

La ofensiva ha pillado por sorpresa a tu ejército. Te encuentras ante un dilema. Retirarse e intentar luchar más tarde desde una posición mas favorable, o plantar el pie y no ceder un centímetro de terreno aun a riesgo de que os sobrepasen...




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