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Tienes cierta alergia a fenecer, asi que le das el si quiero, y tras una ceremonia intima con cinco mil invitados, que misteriosamente aguardaban en unas mesas decoradas para la ocasion en el descampado de detras del castillo, el clérigo local os declara mujer y marido (que para eso ella manda más)

La noche cae pronto, tan rapido, que te pilla aun vestido. En la suite real, el aroma de centenares de velas decorativas te embriaga y te hace olvidar con quien tienes que acostarte. La reina te ha pedido que te desnudes y te tumbes en la cama tamaño queen size mientras ella va a ponerse mas cómoda (lo cual implicaría quitarse doscientos kilos de encima, aunque lo único de lo que va a desprenderse es de su ropa)

Cierras los ojos mientras te dejas llevar por la dulce melodía que ejecuta la orquesta filarmónica del reino, en la sala contigua. De pronto sientes un ligero temblor, que se va repitiendo de forma rítmica. Cuando abres los ojos ves a Tiagorda junto a la cama, con cara de viciosa.

- Hola pucherito - te susurra al oído con una voz tan dulzona como el phoskitos que guarda bajo la almohada - ¿quien te va a comer a ti?

El efecto narcótico de las velas desaparece. Eres consciente de donde estas y lo peor, de con quien estás. Antes de que puedas incorporarte, la reina se coloca a cuatro patas sobre ti.

- Por amor de dios, espero que esos brazos sean firmes. - gimes con terror al ver una mole de carne a pocos centímetros de tu cabeza.

Nadie escucha tus plegarias y Tiagorda se abandona sobre ti, dispuesta a recibir placer o matarte en el intento. Tras debatirte infructuosamente entre una masa amorfa de carne en busca de aire, mueres.

La profecía del duendecillo se ha cumplido.



FIN



- Eh, eh, un momento, ¿pero esto no era un sueño?

- oh si claro, claro, bueno pues cuando la profusa teta de tiagorda amenaza con ahogarte, te despiertas cubierto de sudor y te da un ataque al corazón del susto.




- ¿Ahora mejor?

- Vale, vale.