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Decides probar con Marian. En el fondo se la ve buena chica. La miras a los ojos con aquella mirada que aprendiste de un cachorrillo que tu padre recogió de la calle cuando era pequeño, y al cual se le consentía todo. No parece haber ninguna reacción en ella.

Una esbirra de cimbreantes caderas y trasero gustoso, conecta el láser. Su brillo es hipnótico, su tacto, mortal. Va quemando la camilla, en su camino hacia tus genitales.

Las chicas se van, dejando tras de si un par de escoltas. Ya sólo quedan apenas diez centímetros para que se fría tu salchicha. Intentas dar de si los grilletes pero es imposible, están más pegados que dos conejos en celo.

De pronto suena una sirena.

- Alarma, nos atacan - vomita el altavoz de la sala. Crees reconocer esa voz... - Se acerca el cartero

- Seguro que lleva un pene - comentan entre si las guardianas.- Es un milagro que nos haya encontrado sin preguntar a nadie.

Las chicas salen en busca de ordenes para contrarrestar la ofensiva. Una vez solo, entra tu vecina, que de inmediato para el láser y te libera de tus ataduras.

- Ponte la ropa rápido - te apremia mientras te lanza tus pantalones.- Sal por la puerta de enfrente. Yo debo volver a mi puesto. Te espero en casa esta noche.

Dicho esto, se va por donde vino. Te vistes rápidamente dispuesto a salir de esa casa de locos, pero tu "hermano pequeño" se ha visto amenazado y alguien debe pagar por ello.



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