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Te deslizas por el conducto metálico hasta el despacho de Regina, que arregla el papeleo que cubre su escritorio, sin advertir su cercano fin.

De un salto te plantas en mitad de la habitación. La presidenta de ese club infernal se levanta y camina lentamente hacia ti. No puedes evitar fijarte en su entrepierna, levemente hinchada.

- ¿Se te están cayendo las bolas chinas o es que te alegras de verme?

Sin decir una palabra, te lanza un puñetazo que logras esquivar por milímetros. Coges su brazo y la atraes hacia ti, para propinarle un cabezazo que la aturde durante unos instantes, que aprovechas para soltar un directo a su plexo solar, doblándola sobre su estomago. Cuando te dispones a darle un rodillazo en la cara, te coge del pie, desestabilizándote.

Te agarras a su cabello. Tiras de él con fuerza hasta recuperar el equilibrio, pero su puño impacta en tu cara, haciendo bailar los empastes que te pusieron la semana pasada. Forcejeais brevemente, hasta que consigues tumbarla en el suelo y colocarte sobre ella.

- ¿Qué vas a hacerme? - te pregunta entre jadeos.- ¿Vas a matarme? o peor aún, ¿a hacerme el amor?

- Lo que tú quieras encanto - replicas con sarcasmo.

- Leeme los labios...

- ¿Los de arriba o los de abajo?

La broma la enfurece y te da un rodillazo en la entrepierna, con el cual se libra de tu presa.
Se protege tras de su mesa. Aún dolorido, intentas ganar tiempo hasta que el dolor haya desaparecido, lo cual teniendo en cuenta que hace cuatro meses que no tiene relaciones, puede ser dentro de una hora.

- Dime la verdad, ¿cual es el motivo real para matarme?

- Te lo diré. Te lo mereces por haberme plantado cara.- Se sienta a su butaca a descansar.- Yo no soy una mujer. Ni siquiera soy humana. Provengo del planeta Ilundar en el quinto sistema biestelar de la constelación del perro cazador.

- Si, está claro que no eres de aquí.

- Durante milenios mi pueblo ha conquistado los planetas más ricos del universo.

- ¿Y qué habéis venido a hacer aquí?

- Me perdí camino de otro planeta. El consejo de gobierno no quiere dedicar nuestros recursos a conquistar este miserable planeta, sin embargo estratégicamente no nos vendría mal. Por eso estoy aquí, para iniciar un movimiento que acabe con los hombres, que son los únicos que podrían hacernos frente en el combate, y poder tomar el planeta como una fruta madura, con solo un puñado de soldados.

De pronto las puertas del despacho se abren de par en par.

- Estupendo chicas, habéis venido justo a tiempo. Machacadlo.

Pero las mujeres se olvidan de ti. Caminan con el gesto torcido hacia su presidenta.

- ¿Con que los hombres son los únicos que pueden haceros frente eh? - comenta una rubia.
A Regina comienzan a caerle golpes de todas direcciones, que terminan por dejarla sin sentido.
Echas un vistazo al escritorio y lo comprendes todo. En la pelea se ha encendido el megáfono y las chicas han escuchado los descabellados planes del alienigena.

- Ya no tendréis nada contra los hombres ¿verdad? - comentas para romper el hielo.

- ¿Estás de broma? - responde una de ellas. - Era un extraterrestre macho.

Pero no es momento de iniciar una nueva pelea. Te dejan ir en paz, hasta que vuestros caminos vuelvan a cruzarse.