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Lo último que esperas al adentrarte en el banco, es la imagen pulcra del hombre de las pajas. Una persona a la que se le puede dar la mano sin tener que desinfectársela después con lejía. Su traje de Armani y su pulcritud, así lo atestiguan.

Dice ser de los buenos. Lucha contra el régimen opresor de la ciudad.

- Esos tipos de ahí fuera no piensan lo mismo. - le dices con tacto.

- ¿Les crees buenos porque llevan placas? ¿No has pensado que tal vez los criminales hayan decidido imponer su versión de la ley y subyugar a las buenas personas como esta gente y yo? - pregunta señalando a los rehenes que descansan sobre el suelo. - Por eso he venido aquí, para sacar de la caja fuerte las pruebas que incriminan a todo el aparato gubernamental, en una red de crimen organizado.

Su punto de vista no es nada descabellado. Al fin y al cabo, ¿qué sabes tú de la ciudad? Y NombreRegistrado te ha obligado a punta de pistola a entrar, en un claro desprecio a tu seguridad física. El hombre de las pajas te ha convencido. Nadie conoce su cara, así que le dices que se mezcle entre los rehenes y tú dirás que ha escapado por la puerta te atrás.

Lleváis adelante la treta, pero al salir a la calle, una bala salida de ninguna parte, atraviesa la sien de Pajas. Ni la policía, ni los curiosos que se habían acercado a ver algo de acción, mueven un dedo. Miras estupefacto como continúan con sus tareas.

- Acaba de morir un hombre - gritas impotente - y a nadie parece importarle. ¿Qué clase de personas son ustedes?

Tu lamento se pierde en la noche.

Durante las siguientes semanas, investigas las circunstancias que llevaron al asesinato de Pajas. Una mañana, cuando vas a hacerte el desayuno, explota la tostadora, terminando con tu vida. ¿Un accidente?