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Rodeais el campo de batalla, procurando no ser vistos por el enemigo. Os acercais al lateral izquierdo de la fortaleza, donde se encuentra la trampilla, pero hay un problema. Alguien debió descubrirla y ahora se encuentra custodiada por dos soldados que descansan apoyados sobre sus lanzas.

Os aproximais con sigilo ocultos tras unas matas de arbustos, hasta que sois capaces de ver los granos de los soldados, que charlan animadamente ajenos a vuestra presencia.

- Se abre el telón y aparece una mujer y un hombre pegado a ella, que no deja de mirar de un lado a otro. Va y le dice la mujer: Tomas, ¿puedo salir a tomar un cafe con mis amigas? Y responde Tomas: No. Se cierra el telón, se vuelve a abrir y aparece la misma pareja. Se acerca entonces un hombre a ellos y de pronto salta Tomas y le dice: Como te acerques te comes el puño. ¿Como se llama el filosofo?

- Nunca se me han dado bien estas cosas, - responde el otro soldado - ¿como?

- ¡¡Tomas Moro!!

Los guardias estallan en carcajadas, pero sobre ella, como si un trueno huiera rasgado el fino manto del firmamento, resuena la carcajada delirante de Heraclito, que se detiene en cuanto contempla vuestras furibundas miradas.

- Es que lo ha clavado - consigue murmurar.

Pero es demasiado tarde, los guardias le han escuchado y ya apuntan a vuestras gargantas con sus afiladas lanzas.

Sois llevados en presencia de la reina, cuyos ejercitos terminan de aplastar la escasa resistencia que oponen tus hombres.

El destino de tus compañeros te es desconocido, pero tu terminas convertido en el bufon real, con actuaciones todas las noches, en las que la corte, escucha tus insipidos monologos inspirados en la vida diaria.