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- Lo siento, pero mi idea de pasar una buena noche no consiste en un atraco.- le comentas amablemente.

- Como quieras - cierra la puerta y ajusta el espejo retrovisor. Colgado de este, lleva un dado gigante de peluche.

Se va a marchar y el risitas aún está tumbado en el suelo, por suerte no ha recobrado el sentido aún.

- Oye, ¿vas a dejarlo aqui? - preguntas alarmado.

- No soy juez. Yo me dedico a patearles el culo y luego que se las apañen. Imaginate que los encierro en la carcel. ¿A que me dedicaria?

Con un estruendo que podria haber despertado a un sordo, desaparece en la noche. Sigues su ejemplo, alejandote del atracador. Durante unos minutos que parecen siglos, caminas por la larga avenida que conecta la periferia con el centro. Todo está oscuro, negro como la noche, como la conciencia de los vecinos que te miran pasar tras las ventanas, ocultos de la reprobación de sus semejantes, ocultos de si mismos y de unos pecados que han dejado su marca en el asfalto por el que caminas. O puede que hayas pisado un chicle...

Te detienes a mirarte la suela del zapato, cuando, salido de la nada, surge un Mitsubishi Pajero a toda velocidad. Lo último que ves ante de que pase sobre ti, es a un hombre con la cara llena de granos y un gran saco de billetes en el asiento del acompañante.

Al chocar contra tu cuerpo, el Mitsubishi vuelca y del golpe, explota. Detras, persiguiendole, iba Nombre Registrado, que se detiene junto a tu cuerpo. Agacha la cabeza compungindo y sentencia:

- Qué lastima. Era un gran putero.

FIN