14

Una semana ha pasado desde la victoria en la que los historiadores llamarán "Batalla del coitus interruptus", y cuya leyenda perdurará en la memoria colectiva a través de las canciones de los bardos.

El castillo de Tiagorda fue desmantelado piedra a piedra. Con ellas se construyo un ágora alrededor de la cual se constituirá la primera ciudad libre de la nueva república. Allí los filósofos podrán divagar sobre lo divino y lo humano mientras intentan sanar las heridas que los horrores de la guerra causaron a sus almas.

Muchos de ellos presentan síntomas claros de estres postraumatico y fatiga de combate. Francis Bacon anda de un lado de a otro vociferando que es un jamón. Locke se pasa el día acurrucado en un rincón de su casa, temblando y murmurando algo relacionado con una isla que le hizo crecer el pelo.

El país no puede dejarse en manos de ese grupo de nenazas. Necesita alguien enérgico, con las ideas claras, con dotes de mando y una agradable voz. Aparte de ti, cansado de los asuntos de estado, solo otra persona se ajusta a ese perfil; el héroe del coitus: Spengler. Este acepta encantado. Es el puesto que siempre quiso ocupar.

La transferencia de poderes tiene lugar una fría mañana, en un estrado colocado en el ágora para la ocasión. Ha asistido gran parte de la población. Hay un ligero resquemor en el ambiente. Spengler nunca fue muy querido y sus ideas son consideradas por muchos, como retrogradas y reaccionarias.

La banda de jóvenes efebos termina de ejecutar el recién compuesto himno de la república de Sofos. Entregas el mando a Spengler, simbolizado en un bastón de caoba, con una empuñadura de marfil. Desciendes a la masa, mientras el nuevo presidente comienza su discurso.

- ¡Ciudadanos! Todos sabéis lo maligna que fue el reinado de esa reina viciosa e ignorante que sumió nuestras vidas en la más profunda sima de la ignorancia y nos convirtió en esclavos.

Todos los que nos encontramos aquí, pagamos con nuestra sangre el precio de la sagrada libertad. Todos sufrimos los rigores de la lucha, todos nos sacrificamos. Y es por eso, por que conocemos el sufrimiento y el dolor que padecimos, que me veo en la obligación de disolver cualquier atisbo democrático que pudiera volver a llevarnos al viciado sistema anterior. Queda anulada la libertad de pensamiento, en tanto la idea de la esclavitud podría instalarse en la mente de los más débiles. A partir de ahora, se seguirá lo que yo diga...

Dejas de escuchar. Ya has visto lo mismo decenas de veces en los libros de historia. El poder corrompe.

Heráclito se te acerca. No le habías visto, pero se encontraba entre la muchedumbre contemplando la ceremonia.

- ¿Has escuchado? - te pregunta ansioso.

- Sí.

- ¿Querrías ser el caudillo de la nueva rebelión?

Antes de que puedas responder siquiera, aparecen dos de los guardaespaldas de Spengler, que sin mediar palabra, te detienen. Como deferencia hacia tus servicios en el pasado, no se te ejecuta. Te espera un futuro peor. Terminarás tus días como esclavo en las minas.