En algún lugar de tu basto cerebro, un átomo golpea a otro átomo y este a su vez a otro, en una cadena secuencial que deriva en un pensamiento brillante.
- ¡El hielo donde guardaban las cervezas!
Al descubrir el maligno culto, antes que en el altar y en el minotauro volador, pusiste tu vista en un barreño repleto de hielo y cervezas. Pensabas birlar una cuando te capturaron. Esa es la clave. El prisionero te indica un pasadizo secreto por el que accedes a la cámara de los sacrificios. Todos deben estar buscando, pues sólo ves a Arkroak, sentado frente a un escritorio.
Te acercas sigilosamente al barreño. Está frío y pesa una tonelada, pero es tu única oportunidad.
Paso a paso te diriges hacia el monstruo.
- ¿Por qué no habré estudiado un módulo? - se lamenta mientras no cesa de aporrear un desgastado teclado.
Con un esfuerzo sobrehumano, consigues derramar el contenido del barreño sobre el cuerpo de la bestia, que se retuerce bajo los cubitos durante varios segundos, hasta que finalmente expira, ayudado por un botellín que se le ha quedado atravesado en el esófago.
El hechizo que había tejido sobre los estudiantes se rompe y vuelven a la cámara liderados por el chico de la celda. Te cogen en volandas y os dirigís a la cafetería, donde la fiesta por la liberación durará hasta que las madres vayan a recoger a los alumnos.
Recordad: El alcohol mata, muchachos. Pero, ¿quién quiere vivir para siempre?
- ¡El hielo donde guardaban las cervezas!
Al descubrir el maligno culto, antes que en el altar y en el minotauro volador, pusiste tu vista en un barreño repleto de hielo y cervezas. Pensabas birlar una cuando te capturaron. Esa es la clave. El prisionero te indica un pasadizo secreto por el que accedes a la cámara de los sacrificios. Todos deben estar buscando, pues sólo ves a Arkroak, sentado frente a un escritorio.
Te acercas sigilosamente al barreño. Está frío y pesa una tonelada, pero es tu única oportunidad.
Paso a paso te diriges hacia el monstruo.
- ¿Por qué no habré estudiado un módulo? - se lamenta mientras no cesa de aporrear un desgastado teclado.
Con un esfuerzo sobrehumano, consigues derramar el contenido del barreño sobre el cuerpo de la bestia, que se retuerce bajo los cubitos durante varios segundos, hasta que finalmente expira, ayudado por un botellín que se le ha quedado atravesado en el esófago.
El hechizo que había tejido sobre los estudiantes se rompe y vuelven a la cámara liderados por el chico de la celda. Te cogen en volandas y os dirigís a la cafetería, donde la fiesta por la liberación durará hasta que las madres vayan a recoger a los alumnos.
Recordad: El alcohol mata, muchachos. Pero, ¿quién quiere vivir para siempre?