- ¿Tú fumas porros? - le preguntas.
- Hombre, esto es la universidad...
- Dame el mechero, rápido. - exclamas apremiante. En unos segundos aquello se llenará de informáticos excitados.
Junto con el mechero te da un par de petardos que guardas en el bolsillo. Te escondes tras la puerta. Una tromba de monjes entran en la habitación. Cuando el ultimo de ellos se encuentra dentro, sales cerrando la puerta tras de si y atrancandola con un par de libros de Matemática Discreta.
La cámara de los sacrificios está vacía, aunque la sola presencia del monstruo basta para llenarla.
- Hey, Arkroak, fumemos el peta de la paz. - sugieres con tono conciliador.
Le das uno de los cigarros de la risa y tu coges el otro. Acercas el mechero a su canuto, pero en lugar de a la hierba, prendes fuego a los pelos de su cabeza. Pronto las llamas cubren su torso, haciéndole rugir de dolor. El dolor es insoportable, y termina por desvanecerse tras una explosión de luz que deja tras de si un olor entre pelo chamuscado y a humo de cuando se quemó la sierra el verano pasado.
Una vez muerto Arkroak, el hechizo sobre los estudiantes desaparece. Vuelven a sus clases y a su eterna búsqueda de la pérdida de la virginidad. En cuanto a ti, no hay desfiles de la victoria, no hay agradecimientos, no hay palmaditas en la espalda. Desapareces lentamente, camino del bar de tu barrio. Te has ganado una copa.
Recordad: La droga mata, muchachos.
- Hombre, esto es la universidad...
- Dame el mechero, rápido. - exclamas apremiante. En unos segundos aquello se llenará de informáticos excitados.
Junto con el mechero te da un par de petardos que guardas en el bolsillo. Te escondes tras la puerta. Una tromba de monjes entran en la habitación. Cuando el ultimo de ellos se encuentra dentro, sales cerrando la puerta tras de si y atrancandola con un par de libros de Matemática Discreta.
La cámara de los sacrificios está vacía, aunque la sola presencia del monstruo basta para llenarla.
- Hey, Arkroak, fumemos el peta de la paz. - sugieres con tono conciliador.
Le das uno de los cigarros de la risa y tu coges el otro. Acercas el mechero a su canuto, pero en lugar de a la hierba, prendes fuego a los pelos de su cabeza. Pronto las llamas cubren su torso, haciéndole rugir de dolor. El dolor es insoportable, y termina por desvanecerse tras una explosión de luz que deja tras de si un olor entre pelo chamuscado y a humo de cuando se quemó la sierra el verano pasado.
Una vez muerto Arkroak, el hechizo sobre los estudiantes desaparece. Vuelven a sus clases y a su eterna búsqueda de la pérdida de la virginidad. En cuanto a ti, no hay desfiles de la victoria, no hay agradecimientos, no hay palmaditas en la espalda. Desapareces lentamente, camino del bar de tu barrio. Te has ganado una copa.
Recordad: La droga mata, muchachos.