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Cubres sus delicadas manos con las tuyas. Os mirais a los ojos como sólo dos enamorados pueden hacerlo: sin pestañear y buceando en la pupila del otro en busca de una declaración de amor en forma de brillo ocular.

Una cosa lleva a la otra y aprovechando que se te cae la cuchara al suelo, cuando le das un manotazo, te agachas bajo la mesa y te cubres con el mantel carmesí, a salvo de miradas ajenas.

En otra parte del restaurante, Suso intenta sobrevivir a su primer día de trabajo como camarero. Con un rebosante plato en cada mano, sortea las mesas con más suerte que pericia. Al llegar a la tuya, sus pies trastabillean. Los platos salen volando y él, tratando de evitar el doloroso impacto contra el suelo, tira del mantel dejandote al descubierto mientras comes almejas (y no es la noche del marisco precisamente...)

El maitre llama a la policía. Tendrás que pasar la noche detenido por escándalo público. Mañana será otro día. Al menos varias chicas te han dejado su teléfono. Puede que las llames, si es que sobrevives a Osito, tu compañero de celda y su imperiosa necesidad de cariño...