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Envías al resto de tu equipo a inspeccionar las restantes estancias mientras tu te infiltras en el oscuro despacho de Mendoza. Las cortinas están echadas pero el sol se filtra a través de ellas lo suficiente como para permitirte distinguir un bulto echado en un sofá.

Te acercas con la pistola apuntando hacia lo que crees es su cabeza, hasta apoyar el cañón en su sien.

- ¡Arriba, Mendoza te ha llegado la hora! - le gritas al oído.

El bulto se reincorpora de un salto haciéndote soltar la pistola.

- ¿Ha terminado la película ya? - pregunta el desconocido, pues no es el narcotraficante.

Descorres las cortinas para verlo bien. Es un viejo con un mono negro, una cinta en el pelo y un parche en el ojo.

- Eres...

- Si, soy yo, ¿vale?

- Pero, ¿qué te ha pasado? Estás más viejo.

- ¿Qué quieres que te diga? Me salió un hijo perroflauta.

Le comentas el objetivo de tu misión. Él se encuentra allí por lo mismo. Ya había acabado con Mendoza y estaba echando la siesta. Para corroborar su versión, te insta a que visites la parte trasera de la casa, donde se encuentra el cuerpo del traficante.

Vuelves a la base contento con el resultado de tu primera misión. No has muerto y has conocido a una estrella de los videojuegos. No se puede pedir más.