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Pierdes. ¿Pero qué esperabas? Tu vida se ha convertido en el sueño de un pobre diablo al que le ha sentado mal la cena. Ya hasta un niñato te gana a los chinos. A ti, que en la universidad aprobaste cinco asignaturas gracias a ese juego y la ludopatia de algunos profesores...

El chico se va contento. Raro, porque no os habéis apostado dinero. En cuanto a ti, vuelves a casa. El sol se pierde por entre los edificios, oscureciendo tu habitación, tanto como se oscurece tu futuro. El día ha sido, tranquilo, anodino, falto de emociones y movimiento, como el de los tornillos de la bicicleta estática de Juan Manuel de Prada.

Te recuestas sobre la cama, y mientras pierdes la mirada en el techo, murmuras: Echo de menos el culo de esa chica...